sábado, 6 de noviembre de 2010

La costa de Santander pierde el Puente del Diablo

La costa de Santander ha perdido uno de sus referentes paisajísticos, el Puente del Diablo, un arco natural en una formación rocosa que ha acabado destruido por la fuerza del viento y el oleaje, como ocurrió en 2005 con otro de los símbolos de la ciudad, el islote de La Horadada.
Vista del Puente del Diablo antes (i) y después del derrumbe. | Efe.El Puente del Diablo desapareció el jueves por la tarde y los primeros en enterarse fueron los vecinos del barrio Cueto, que tienen previsto celebrar en los próximos días, en el lugar donde se encontraba, una concentración y "un entierro simbólico para una muerte anunciada", según ha explicado la presidenta de la asociación que los agrupa, María José Pérez.
El Ayuntamiento ha lamentado hoy la pérdida de "un recurso geológico, natural y paisajístico tan importante para Santander y tan querido por los vecinos", con el que desaparece una imagen "tan hermosa" de la ciudad.

Los vecinos intentaron salvarlo


La concejala de Medio Ambiente, Carmen Ruiz, ha recordado que el Puente del Diablo formaba parte del patrimonio marítimo-terrestre y que su conservación era competencia de la Demarcación de Costas.
Los vecinos de Cueto llevaban una década reclamando, sin éxito, a Costas que actuara para evitar que se derrumbara y en 2001 el pleno municipal aprobó por unanimidad pedir medidas para protegerlo.
En 2007, la Demarcación de Costas envió un informe al Ayuntamiento en el que planteaba distintas soluciones y éste se mostró de acuerdo con dos de ellas, pero ninguna llegó a materializarse.
Según el historiador y ex director del Museo Marítimo del Cantábrico José Luis Casado Soto, al impacto de los temporales sobre la roca exfoliable y frágil del Puente del Diablo se ha unido "la desidia humana", que ha acelerado el proceso de destrucción.
Casado Soto fue uno de los santanderinos que denunció, hace ya años, que este puente natural que siempre ha ocupado un lugar en el imaginario colectivo a lo largo de los siglos "se caía a pedazos" y que hacer motocross por encima del arco se había convertido en una práctica habitual.
La Demarcación de Costas, que ha señalizado la zona para advertir de que está cortado el paso, considera que aún es pronto para plantear una posible reconstrucción, según ha informado la Delegación del Gobierno.
En el Museo del Cantábrico se han reconstruido rocas en acuarios con cemento de alta densidad "perfectamente naturalizadas" y Casado Soto cree que en ese tipo de procedimientos, modernos, menos costosos y con garantía de durabilidad, puede estar lo solución y no en tratar de reponer el arco "piedrecita a piedrecita".
Esa reparación, a su juicio, "absurda", fue la que se planteó cuando un fuerte temporal rompió La Horadada hace cinco años "y al final no se ha hecho nada", ha recordado.
Según este historiador, el Puente del Diablo era uno de esos "accidentes naturales tan singulares, llamativos y raros en la naturaleza que el hombre siempre ha llenado de significado simbólico".
Si La Horadada era una roca "santificada" porque la leyenda cuenta que se rompió para que pasaran a través de ella las cabezas cercenadas de los Santos Mártires, patronos de la ciudad, el puente que ahora ha desaparecido ha sido asociado durante siglos con el "territorio del diablo".

El robot que vivirá en el espacio

Su lanzamiento ha sido pospuesto en varias ocasiones (la última, este mismo viernes por una nueva avería). Finalmente el despegue del Discovery ha sido aplazado hasta el 30 de noviembre. Será entonces cuando el transbordador más veterano de la NASA emprenda su última misión con un singular tripulante que acompañará a los seis astronautas que viajarán a la Estación Espacial Internacional.
Se llama R2 y es un androide. O mejor dicho, medio humanoide. Porqueaún le faltan las piernas, aunque pronto las tendrá. De momento, Robonauta 2 (nombre completo) es un torso imponente de 160 kilos de peso, coronado por una inquietante cabeza dorada y equipado con 350 sensores, 30 procesadores, cámara de infrarrojos y 42 "grados de libertad" en el cuello mecánico y en sus múltiples articulaciones.
"Aunque aún no pueda caminar por sí mismo, R2 es un pequeño gran paso para la humanidad", sostiene Rob Ambrose, padrino de la criatura, al frente del Laboratorio de Robótica y Simulación de la NASA, que ha estado 15 años trabajando en el prodigio mecánico con un equipo de 25 ingenieros y en colaboración con la General Motors.
El destino ha querido que el bautismo del primer humanoide en el espacio coincida casi con la defunción del transbordador Discovery (el Endeavour se despedirá en febrero y el Atlantis acaricia la posibilidad de un último vuelo en junio). En cualquier caso, el robot viajará embalado y no conseguirá estirar sus poderosos brazos hasta llegar a la Estación Espacial Internacional (ISS). Una vez allí, se convertirá en su primer habitante a perpetuidad, presto a dar la bienvenida a sucesivas tripulaciones de humanos y a contarlo al mundo que a través de la red social Twitter,
Pregunta obligada antes de despegar: "¿Pueden los androides marcarse un paseo espacial?". La respuesta es "no", aunque todo se andará. La misión de R2 consistirá de momento en liberar a los astronautas de sus tareas más ingratas y mundanas, como pasar la aspiradora, limpiar los filtros o sacarle brillo a los asideros.
"Nos interesa sobre todo poner a prueba su interacción con los humanos y su funcionalidad en un espacio de gravedad cero", afirma Ambrose. "En un futuro inmediato le tenemos reservada misiones mucho más importantes. Esperamos que con el tiempo nos sirva para preparar el terreno al hombre en un asteroide o en Marte".

Un robot amigable

El Robonauta tiene una vista mucho más precisa y panorámica que la de un ser humano, gracias a cinco cámaras: dos de ellas estereoscópicas y una de infrarrojos, a la altura de la boca, con un sistema de sónar para seguir la trayectoria de los objetos en movimiento.
Cuenta su experiencia en Twitter.|NASA
Cuenta su experiencia en Twitter.|NASA
Su cabeza es en realidad unsofisticadísimo sistema de percepción, capaz de funcionar en los ambientes más hostiles y con gran autonomía, gracias a las baterías que viajan en su rutilante mochila dorada.El cerebro del Robonauta está en realidad en el estómago: desde ahí controla sus propios movimientos, que pueden ser teledirigidos por los astronautas en la estación espacial o desde el centro de control de la NASA en Houston.
Está diseñado y programado para aprender las tareas básicas de mantenimiento y poder realizarlas con el tiempo por sí mismo, como un robot adulto y sin necesidad de supervisión. Quince años han estado trabajando codo con codo los expertos en robótica de la NASA y de General Motors para completar el diseño del primer androide espacial, cuyo nombre remite necesariamente a la ciencia ficción... "Sobre el papel, R2 tiene mucho más en común con C3PO [en referencia a los robots de La Guerra de las Galaxias]", admite Rob Ambrose. "Con el tiempo, quizás, será capaz de emular las funciones de ambos".
"En cualquier caso, hemos querido que sea un robot amigable en la interacción con el astronauta, y en ese sentido su aspecto humano es fundamental. Está diseñado para trabajar anclado al brazo de la estación espacial y hacer reparaciones de gran precisión en el exterior. Queremos que sea una herramienta insustituible, un auténtico apéndice de los astronautas".
Por ahora, la tarea de R2 consiste en "ganarse la confianza" de la especie humana y en demostrar que es "seguro y fiable". Su versatilidad de movimientos es uno de los campos en los que confían avanzar los expertos en robótica de la NASA: la rigidez de los primeros diseños ha dejado paso a su habilidad para emular suavemente los movimientos del tai chi.